viernes, 12 de junio de 2015

LA DELGADA LÍNEA ROJA ENTRE LA CONFIANZA Y EL ASCO.


              Much@s hemos oído el refrán  "donde hay confianza, da asco";   o lo que es lo mismo: cuando nos encontramos en situaciones o con personas con las tenemos mucha familiaridad, trato o confianza, perdemos la forma y la consideración mínimas debidas.

                                                                                                                                         Foto: muyinteresante.es
             Y en la gestión de personas caemos muchas veces en este pecado. ¿Os suena el llamado  "castigo al bueno"?.   Es decir, cuando tendemos a cargar de tareas a una persona porque pensamos que lo va a hacer mejor o más rápido o con menos quejas  que la persona verdaderamente  responsable de su ejecución.

                Pues bien, si los castigos   - por definición-    no suelen ser buenos, aún es peor cuando ese castigo lo convertimos en  un abuso, traspasando esa delgada línea roja que existe entre la colaboración y el sacrificio, entre arrimar el hombro y  cargar las espaldas.

               

                Y, desgraciadamente, hoy cruzamos con mucha frecuencia esa línea roja invisible por distintas razones y de distintas formas.

                               i.- En  las reestructuraciones de plantilla,   despedimos personal pero no cerramos líneas de producción; pretendemos que ese trabajo que  antes hacían diez personas ahora lo hagan entre siete.   
                               Y aunque nos demos cuenta de esa carga de funciones, cerramos los ojos y nos limitamos a pedir  paciencia  "hasta que la cosa mejore".   Pero olvidamos que si seguimos con estas prácticas al final veremos como el talento que tenemos nos abandonará   porque "polivalente no equivale a omnipotente".

 

                               ii.- El síndrome de la imprescindibilidad.  A tod@s nos gusta sentirnos los reyes/las reinas del mambo, apreciad@s, valorad@s, únic@s e indispensables.  Y eso puede ser por una mera cuestión de orgullo personal o profesional o, lo que es peor, por una sensación de miedo.

                               Miedo a perder el estatus que hemos alcanzado,  a que nos supere quien estaba por debajo de nosotr@s,   a que se noten nuestras carencias,......  Y también  miedo a perder el empleo que hemos conservado u obtenido en una situación de crisis.

                               Ese miedo hace que nunca digamos  "NO"  a nada;  que arrimemos el hombro y nos carguemos las espaldas,  sin pensarlo ni cuestionarlo;    que asumamos todos los  "castigos al bueno"  que nos impongan. Y, además,......  hasta agradecidos.

 

                Quienes sufren estas situaciones no suelen quejarse, sea por una lealtad mal entendida, sea por miedo a dejar de ser imprescindibles o a perder su puesto.......  Y con ello, se hunden más en una espiral casi sin salida.

                Hasta que llega un momento en que estallan y PRETENDEN  frenar. Sí,  PRETENDEN,   porque cuando lo intentan se encuentran con la incomprensión y perplejidad de su entorno:   "¿qué bicho le ha picado?; estará cansad@;  tendrá problemas en casa; cógete  unos días de vacaciones y cuando vuelvas ya veremos".......  Estas son algunas de las respuestas que reciben a sus quejas.   Ah, y mi favorita:   "pues todo esto es culpa tuya: tienes que aprender a priorizar y a delegar".   Y nos quedamos tan a gusto.
                 Pues no.  La culpa (o,  al menos,   la mayor parte de la culpa) la tenemos l@s responsables de las políticas de personal.  No debemos tolerar jamás que se traspase esa línea roja, so pena de quemar/perder el talento.  
 
Tenemos que asumir que la expresión  "RECURSOS HUMANOS"  tiene dos términos, y que el segundo habla de  "PERSONAS".