lunes, 8 de abril de 2013

TÚ TIENES QUE SABER HACER...... LO QUE YO NO SÉ HACER.



            Si tenéis hij@s que participen en competiciones deportivas, habréis visto cómo se comportan los  padres y las madres, de l@s deportistas. Desde que mi hijo empezó a competir (fútbol y carreras), en casa hemos intentado hacerle ver que apuntarse a cualquier actividad requiere asumir una responsabilidad y que hay que esforzarse en dar lo mejor de uno mismo en cada partido o carrera. Sin embargo, también hemos procurado enseñarle que participar es divertirse, respetar y convivir con su entrenador, con su equipo y con los rivales. 

            En esta labor, nos vemos muy apoyados por los padres de los demás compañeros de su equipo y sobre todo por el entrenador: un chico muy joven que les está inculcando las mismas ideas y valores (divertirse, juego limpio, respeto,….). Pero por desgracia: no todos somos iguales ni tenemos las mismas ideas sobre lo que es, o al menos consideramos que debe ser, el deporte de aficionados.

            Este Domingo, en una de las carreras en las que participaba mi hijo, un crío  (que ya no podía ganar nada) entró en la meta haciendo eses y mirando hacia detrás, con el único interés de que el niño que venía justo detrás no pudiera adelantarle.

            Podéis pensar que es una picardía del crío, incluso esbozar una sonrisa. Pero yo estaba allí y ví cómo  -mientras otros espectadores adultos le abucheaban-    sus padres le animaban para que no dejara pasar al otro niño. No para que corriera más o mejor; no para que se centrara en él mismo, sino para que el otro no le ganara. Y si hablamos del fútbol, la cosa se complica más: todos tenemos a Beckam o a Messi en casa.

            A veces, queremos que nuestros hijos sean los mejores en determinadas cosas aún sabiendo perfectamente  -en nuestro fuero interno-   que no van a llegar a ser figuras. Les exigimos que se conviertan en lo que nosotros no hemos sido porque no teníamos las virtudes, cualidades o aptitudes necesarias.

            Pensando en estas cosas, me acordé que estas mismas conductas se dan con cierta frecuencia en  las empresas. Pretendemos que el personal sepa hacer de todo y que lo haga bien. Les exigimos que sean los mejores en todo; que nos saquen las castañas del fuego, incluso más allá de sus funciones.

            La pregunta es lógica:  quién le exige todo este potencial ¿lo tiene?.  O al menos, ¿le están proporcionando a su personal las herramientas y las razones para que adquieran ese potencial?.

            Hace un par de años me encargaron despedir a un trabajador alegando  “incapacidad sobrevenida para el desempeño del puesto”. El trabajador había sido ascendido 5 meses antes, para sustituir a otro compañero que se había ido de la empresa. El ascenso fue de un día para otro: el trabajador a sustituir se había ido sin avisar, comunicando su cese a la empresa por un correo electrónico. Por tanto, el trabajador ascendido se enfrentaba al nuevo puesto sin período de adaptación, sin que nadie le enseñara nada sobre sus nuevas responsabilidades…

El trabajador no había aceptado la causa del despido y ya había anunciado la correspondiente batalla judicial. Y, además, la indemnización a abonar en caso de que el trabajador ganara era muy alta (tenía una gran antigüedad).

            Cuando me reuní  con el empresario (llamémosle Antonio), éste me decía que era necesario despedirlo porque lo  “traía loco; que  no sabía hacer la mitad de las cosas que implicaba el puesto; que se quedaba muchos días después de terminar la jornada y aún así no sacaba adelante el trabajo; que había recibido quejas de clientes y de otros trabajadores…. Él consideraba que el despido estaba   “más que justificado”.

            La cara del empresario cambió cuando le pregunté ¿quién de la empresa sabe hacer las mismas funciones que le pedís al despedido?. Me contestó  que nadie;  que por eso le habían ascendido.

reunión de mujeres mujer            Le insistí:  Antonio ¿seguro que ningún otro miembro de la empresa sabe todo lo qué hay que hacer en ese puesto?.  Cuando me contestó a esta pregunta, él mismo se convenció de  que el trabajador iba a ganar el pleito:   “No, nadie. Ni yo mismo”. 

            La voluntad del jugador/trabajador, puede ser la de agradar a su público (padres/empresario) pero si no tiene las cualidades innatas necesarias para ser FIGURA (para desempeñar bien su puesto), sólo conseguirá ser una persona frustrada.

            Si queremos que nuestr@ hij@ sea un gran velocista o un perfecto defensa debemos enseñarles las técnicas necesarias.  Y si nosotros tampoco las tenemos, hemos de llevarl@ a un entrenador. Esto supone participar en su  “vida deportiva”  y no limitarnos a esperar al final de la carrera o del partido.

            Para exigirle a nuestro personal que desempeñe bien su trabajo, debemos enseñarle cómo hacerlo. Y si nosotros no sabemos, démosle la formación necesaria.
           

EL PELIGRO DE COSIFICAR.


            Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, cosificar es: 1. convertir algo en cosa; 2.Reducir a la condición de cosa aquello que no lo es.

            Simplificando mucho, en el ámbito del derecho penal, se dice que el delincuente tiende a cosificar a sus víctimas en un intento de quitarles la identidad como seres humanos, pretendiendo así que sus crímenes sean menos reprochables a su propia conciencia o sensación de culpa.

            En el ámbito político-económico, se dice que las actuales grandes políticas socio-económicas que implican recortes o menoscabos de derechos suponen cosificar a los ciudadanos, puesto que se establecen en función de intereses de Estado sin tener en cuenta los efectos concretos sobre las personas.

           
¿Qué ocurre hoy en nuestras empresas?. ¿También estamos cosificando a los trabajadores?. En mi opinión, cada vez que se adoptan medidas en materia de políticas de personal cuyo único objetivo es mantener  -por encima de todo- el balance económico de la entidad, estamos dando pasos hacia esa cosificación.

            Cuando decimos que en tal puesto sobra un empleado, estamos quitándole su identidad como persona y lo estamos convirtiendo en un mero instrumento o factor de producción; lo estamos considerando como una máquina más.

            Cuando nos proponemos internacionalizar la empresa y optamos por desplazar a nuestr@s emplead@s sin tener en cuenta sus cargas familiares, preferencias, necesidades,….. y nos limitamos a decir que  “eso es lo que hay”, estamos cosificando, sin duda alguna, a nuestro personal.

            Cuando entrevistamos a personas  -en su condición de candidatos a un puesto-  y les ofrecemos unas condiciones casi indignas, les estamos robando toda su identidad humana, transformándolos en meros elementos productivos.

            ¿Y qué estamos haciendo sino cosificar, cuando preferimos a un candidato con una determinada edad o un determinado aspecto físico, por encima de su experiencia, capacidades, aptitudes….?. Los convertimos en objetos, en productos o imágenes de nuestra organización.

            Hace un tiempo, escribí un artículo sobre   "LAS SIETE ENFERMEDADES MORTALES DE UNA EMPRESA", basado en las teorías de W.E. Deming.


Con toda la modestia del mundo y sin ánimo de corregir al profesor Deming, creo que dicho artículo habría que modificarlo y añadir esta nueva enfermedad de la COSIFICACIÓN. Y ello, por cuanto cosificar supone acabar con el único elemento absolutamente necesario de cualquier empresa: su personal.
Cuando tus trabajadores están y se sienten cosificados, se convertirán en meros cumplidores de sus funciones para obtener su contraprestación a final de mes. Estarán en tu empresa hasta que puedan irse a otra en la que le den una contraprestación mayor por el mismo trabajo (o por menos, si puede ser). 

zombies siluetasEstarán contigo hasta que encuentren un acomodo que consideren mejor por factores salariales, de prestación del servicio o de CONSIDERACIÓN PERSONAL O PROFESIONAL. En resumen: te seguirán mientras no haya nada mejor, porque los estás convirtiendo en zombis o en mercenarios.

PERO NO LES PIDAS NADA MÁS. No te quejes si no los encuentras para quedarse 10 minutos un día para suplir a un compañero o para echarle una mano. No les pidas que sacrifiquen una parte de su ocio para finalizar un proyecto (mucho menos cuando no es parte estrictamente de sus funciones).

NO LES PIDAS que se alineen con tus objetivos de empresa, porque no los sentirán como propios. No pretendas que asuman una corresponsabilidad para sacar la empresa adelante, porque no se sentirán parte integrante del proyecto.

Y EN EL MEJOR DE LOS CASOS, L@S TENDRÁS PERO TEN POR SEGURO QUE CORRES UN SERIO RIESGO DE PERDERL@S INMEDIATAMENTE.

¿TE LO PUEDES PERMITIR?.